Hay dos tipos de placas tectónicas en nuestro planeta: las oceánicas y las mixtas. Mientras las primeras (que son las más extensas debido a la gran cantidad de agua que existe sobre la superficie de la Tierra) son aquellas que subyacen a los océanos, las mixtas pueden combinar en su superficie tanto océanos como superficie continental. Estas últimas son las más numerosas ya que encontramos muchas más bien pequeñas, pero en suma de extensión las primeras ocupan la mayor parte del territorio planetario.
Para una mayor eficacia en su estudio, los especialistas han dado nombres diferenciados a cada una de las placas aproximadamente a fines del siglo XX. Así, podemos hablar de la Placa Antártica (la más grande de todas y aquella que subyace al sur del planeta), la Placa del Pacífico, la Placa Norteamericana, la Placa Africana, la Placa Australiana, la Placa Sudamericana, la Placa Euroasiática y otras menores que unen a las más grandes entre sí.
El permanente movimiento y desplazamiento de algunas de estas placas se puede observar en el relieve de la corteza terrestre. Así, los lugares con cadenas montañosas o con territorios más elevados son aquellos que han sufrido hace millones de años el choque o la superposición de dos placas que terminó con la aparición de elevaciones terrenales. Es por esto que regiones como la costa oeste del continente americano o la zona del sudéste asiático suelen enfrentar numerosos terremotos, tsunamis y sismos causados por la permanente acción de las placas que subyacen a su superficie.

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